domingo, 22 de febrero de 2009

La gente me cae mal


Hola amigos.

No puedo soportar a la gente. Odio las aglomeraciones, pero es que la gente en petit comité, cuando es maleducada, también tiene miga. Y hay mucha gente maleducada, demasiada. Esta mañana subí a tender la ropa, y cuando volví a la azotea, mi vecina de abajo me había quitado la ropa de los cordeles para tender la suya. Manda huevos ¿no? Pues cuando bajé a decirle que por qué lo había hecho y que podía venir a hablar conmigo antes de estar tocando mi ropa, se me pone chula (por no decir bajuna, cani, choni, etc) y me dice que esos cordeles los puso SU marido para SU ropa, y que tienda en otro lado, porque ese es suyo. Después de otras cuantas lindezas, y ante su negativa a llegar a una solución, me vine a casa frustrada y soñando con una katana bien afilaíta... El martes hablaré con el administrador de la finca (lo estamos estrenando) y la muy bajuna tendrá que joderse. Me parece mejor solución que la katana, pero la gente así saca lo peor de mí. También sueño con una jeringa llena de lejía y rociar su ropa desde mi ventana, dejar caer como por error un cactus cuando se asome y cositas así, pero bueno, luego pienso que no, a ver qué culpa tienen mis cactus...

Si tuviera dinero pa comprarme una mansioncita en la playa sin vecinos... Ay, ¡¡porca miseria!!

domingo, 8 de febrero de 2009

Reencuentro con el pasado


Hoy he vuelto a ver a pe. Ha sido la primera vez que nos vemos después de nueve meses. Mi sensación mientras hablaba con él era la de pensar todo el tiempo "Dios mío, ¡de la que me he librado!", no por nada, sino porque sigue igual que siempre: sentado mirando a la gente del bar y no a mí, mirando a todas las que pasaban por delante (o por el lado, o por detrás), y con sus mismos pensamientos sobre todo.
Son muchos detalles que tampoco viene ahora al caso nombrar, pero doy gracias al cielo por haber sido capaz de pasar página, y por poder tomar un café con él sin que me afecte ni lo que hace, ni lo que dice, ni lo que se calla.
No le deseo nada malo, en cierto modo le quiero, y la sensación que me queda ahora es la de estar muy orgullosa de mí misma.
Quiero agradecer también al niño-cactus todo lo que me ha traído de bueno; sin duda, para mí ha significado un bálsamo que me ha ayudado a cerrar del todo mis heridas.
El pasado, ahí se queda. Me quedo con mi presente.